martes, febrero 21, 2012

Fotos, dias y cosas XXIV


Mi cuarto. 16:15 del 21 de febrero de 1012.


Alberto me dice que la bohemia esta muerta muerta muerta y yo le digo que no, que no es así, que todavía hay gente que hace el amor entre poemas y discos de Edith Piaf, que todavía hay gente que sale en grupo a caminar sin rumbo, a mirar la noche un poco y otro poco a ver quien aguanta hasta el final, quien no se cansa y sigue caminando en silencio, y nadie recita un poema en la esquina de san Telmo o de Flores, Barracas, Balbanera o Palermo, nadie porque todos hablan para adentro o porque la bohemia si esta muerta, porque la bohemia murió cuando nació un celular me dice mi amiga estomba, porque la bohemia murió cuando se acabo el papel y solo quedan las teclas, porque la bohemia murió cuando se acabo el fade out y la música termina con sincronismos raros y adefesios que se quieren parecer a Bob Dylan o la mona Jiménez. La bohemia no murió le grito yo, la bohemia se transforma y se forma; te forma y la bohemia somos los que lloramos porque ya no nos venden mas discos de vinilo, los que cantamos canciones de dos o tres acordes o los que nos leemos libros mutuamente, la bohemia se transformo y se deformo y la poesía no, la poesía no muere nunca, la poesía sigue y es como un hilito chiquitito que nunca deja de desovillarse, a veces parece que se pierde la punta pero pafate, el ovillo cae de la mesa y un gato juega sin querer queriendo, y entonces aparece la punta y los poemas salen por todos los rincones, hay poemas sobre las patas de los sillones y los hilos enredados, poemas sobre el viento que entra por debajo de la puerta y como chifla el edificio, poemas sobre el reflejo del espejo del ascensor y las caras viajeras, y también sobre las puertas con cerradura electrónica. La bohemia no murió porque la bohemia vive muerta y enterrada en cientos de pechos peludos o con dos tetas, la bohemia esta clavada en los floreros marchitos con flores vivas, la bohemia esta muerta y nosotros estamos vivos. Es que no hace falta andar atragantándose con mate y caña, o dormir entre pilas de libros podridos y colchones que algún indigente perdió en la calle y que hoy descansan en el piso de un cuarto bé.

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