Chakana – Wiphala. Viernes 10 de julio, 2 de la mañana. Villa Ballester
El momento en que se corta el último hilo, en que las puntas se retuercen con el fuego sentenciando la aparente finalización, no tiene tiempo. Giro para un lado y para el otro mirando la obra en mis manos, sintiendo algo que no siente nadie más. Porque esto es mío, porque esto era nada, porque esto eran hilos y pedazos de cuero. La paciencia se mantiene hasta el último momento y ahí todo es placer. Terminar es hacer el amor en este estrato artesanal, es el orgasmo en estado puro, sin intoxicación corporal. Una eyaculación textil que recorre cuerpo, mente y alma.
Juntar estas dos cosas que junta la foto, confiar en ellas, creer en su fuerza y valor, hizo algo único. Recibí un guiño del cielo y de la tierra, del árbol de la vereda.
Alcé mi mano con la obra, lo apoyé en la tierra y en el cielo. Y entonces grité al viento que soy un ser humano y que vivo en esta tierra porque yo la amo, y ella también.
Cruz de los andes,
Reina del norte antiguo
Brilla por mi en el cielo
Refleja tu mi camino
Traza los pasos al cielo
Y de ahí a recintos caídos
Ruinas que no son del tiempo
Son del inca, son del indio.
Bandera de mil colores
Imprime alegría en la tierra
Derrama tu sonrisa de tela
Por la vida del que se queja
Dale aliento al que lleva
Tus colores como estandarte
Y promete que pronto caerá
Esta locura esclavizante.