lunes, junio 08, 2009

Fotos, dias y cosas XII

Al calor de la salamandra de las diezymedia, 4 de junio de 2009, Campo “Don Diego”

Cualquiera saca una foto así de un gato. Basta poner el macro, acercarse un poco y ver (por lo menos en la mía) el momento en que el foco automático realmente muestra una foto nítida y disparar. Además, hace falta no ser fumador, o por lo menos no tener el pulso de estos. Pero este gato es cualquier gato. Ni siquiera es mío.
Cuando en el campo hacen 35 grados a la noche, el vela sentado en un banco cerca de la puerta vigilando que nada atente contra su vida. Cuando la lluvia esquiva las tejas y penetra, a través de ellas, sus pelos se muestran húmedos, sucios. Cuando el rocío de las 8 de la noche cae y cerca de las 11, con grados bajo cero, ya es hielo, observa la noche cerrada como si viera algo que yo no veo.
Esta noche, lo deje entrar. No entendí porque, como buen gato, no iba delante del fuego a bañarse con su lengua seca y filosa, embelesado por las llamas. Tampoco entendí porque cuando veía un hilo que se sacudía llamativo no acudía a agitar sus garras al aire, intentando agarrarlo. Menos cuando en vez de querer quedarse en el reparo de un rancho prefería velar solo al viento, cuidando su vida. El solo maullaba. A veces emitía un quejido largo, como mezcla de sollozo, que venia desde lo mas hondo de el.
Entonces note lo terrible del hecho. No hay ser vivo sobre la faz de la tierra que pueda pensar en jugar sin saciar su hambre, que pueda pensar en cuidarse con la panza vacía de esperanza, ilusiones, sueños e imaginación. No hay forma de pensar en crecer, no hay forma de confiar. No hay forma de pensar, con hambre. El gato me enseño todo esto sin decir una palabra. Y yo entendí TODO

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